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lunes, 7 de febrero de 2011

EL CHOLO, CIMAVILLA Y LAS HORAS FELICES

La ocupación de los presentes en la foto no dista mucho de la que podemos ver en el mismo lugar y a ciertas horas hoy en día. La distancia en el tiempo -treinta y siete años- nos da una perspectiva diferente del asunto , ¿donde están las botellas de sidra...?, en fin , hasta el irregular suelo nos lleva a otra Cimavilla, otro Gijón y otro Muelle en donde la ocupación de buena parte del personal era diferente al del actual. Sin embargo este Gijón , estas gentes, oficios , olores y voces perdidas en el tiempo siempre dieron lugar a ejercicios de bella prosa. Os invito a leer uno que hizo Víctor Labrada, contemporáneo a la foto que os subo y que llevaba el título de Horas Felices.
"¿qué hora sería para tí, forastero amigo -aparte claro esta, de aquellas que conviertes tu cuerpo bronceado Tritón o darada Nereida- para gozar de este Gijón de mis pecados?. Quizás me digas con cierto regusto que para tí todas son buenas ya que llegas hasta nosotros por unos días a llenar tus pulmones de salitre y tus ojos de húmedos verdes, amén de nuestra probada hospitalidad. Y puede que estés en lo cierto , porque en realidad, para gozar del sinnúmero de encantos que Gijón tiene-defectos aparte- todas las horas son pocas.
Pero si te diera por preguntarme a mí, considerándome como humilde conocedor en la materia , no tendría inconveniente en contestarte que las horas más hermosas -sobre todo para los de tierra adentro- son aquellas en que, al esconderse el astro sol tras la balconada de Torres, señalan el punto y hora de la entrada en nuestro típico y antañón puerto pescador, de las traineras con la plateada sardina o las modernas embarcaciones portadoras en sus refrigerados vientres del estilizado y sabroso bonito.
No quisiera que pudiera pasar por tu imaginación siquiera, el que yo, pretérito pulcuamperfecto, tratara de coaccionarte. ¡dios me libre! Pero, haz la prueba por gusto. Acércate a la vieja dársena a esas horas en que los azules se convierten en grises porque Febo le está guiñando un ojo a su eterna compañera. Pasea por unos instantes hasta la misma Lonja de pescado. Párate por unos instantes ante una de sus puertas.Asómbrate de la velocidad de vértigo con que vocean sus ofertas los ruladores de turno. Pásmate con el atrevido decir de nuestras simpáticas vendedoras de pescado el más picaresco de las que quedaron cortas en la puja y verás con qué placer y sin darte cuenta, se te echa la noche encima.
Una vez contemplado el proceloso desde la almena, vuelve sobre tus pasos por la ancha acera.Introdúcete en uno de sus chigres.Siéntate, si es que puedes, en una. de sus largas mesas.Pide aquellas sardinas que viste rular, pero ahora pasadas por la sartén o la plancha, acompáñalas con media botella de buen vino o una botella de reidora sidra y un gran trozo de pan solamente comparado al que en otros tiempos saliera del "forno del Moreno".Repite hasta que el estómago te diga basta y el corazón -por no decirte otra cosa-se te llene de alegría. Paga religiosamente sin que te "claven".Ponte nuevamente en marcha.Por favor no tambalees o se te pegue la lengua al paladar.Seguro estoy que, bastante antes de llegar a la calle Corrida, pensarás para tí:"qué razón tenías playu de los demonios" al decirme que esas horas pasadas en el muelle no se pueden pagar con nada en el mundo...
Y es que , querido y admirado veraneante, esta antañona Dársena con sus viejas costumbres, será por siempre la antesala de esa Cimadevilla creadora de este Gijón del que tú vienes a disfrutar año tras año sin que jamás puedas arrenpentirte por ello."

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