viernes, 8 de febrero de 2019

HACIA EL INFINITO Y..MÁS ALLÁÁÁÁ..



























Derribo de los trampolines del Grupo Covadonga.
Para alguno de nosotros el ver dobladas como planchas de chocolate estas superficies evoca el recuerdo de cuando nos subíamos allá arriba. No estaba permitido el saltar desde cierta altura , pero para los que íbamos con mucho ímpetu y poco "turbo"era todo un desafío. El que subscribe se lanzó (sin ningún estilo eso sí, o sea por gravedad y nada más ) desde la superficie doblada que observamos en la foto. La sensación de altura, el tiempo de bajada y .. sobre todo el de subida una vez en el agua, superaban en nuestro inconsciente toda realidad , y es así que pasados más de treinta años todavía lo recuerdo como si fuera hoy.

7 comentarios:

Ricardo de Arce dijo...

En la UCM también había una palanca de esas que cuando subías y te dabas cuenta del error, no había marcha atrás. Era como tirarse por la ventana de un quinto.

recuerdogijon.blogspot.com dijo...

Ricardo ¿te llegaste a tirar?

Ricardo de Arce dijo...

¡Por supu!, era difícil y muy embarazoso bajar la escalerilla una vez arriba.

Unknown dijo...

Una vez arriba, te tirabas o te tirabas, jaja, ¡qué recuerdos...! besos

recuerdogijon.blogspot.com dijo...

Bienvenida Samarkanda al blog y al grupo de seguidoras /es . Efectivamente al estar al borde de cemento y mirar hacia abajo te encontrabas con la sorpresa de lo reducido que podía llegar a ser el espacio de "aterrizaje" y la tropa de gente que tomaba el sol y no tenía otro lugar donde fijar la vista. Entre el orgullo o la cobardía , la sensatez o la locura , con quince o dieciséis años primaba siempre el impulso....hacia abajo. Un saludo.

Paco dijo...

Yo nunca pude tirarme desde el más bajo de los tres. No sería por no subir más de mil veces al mismo. Lo más que llegué, fue al que estaba situado a su izda. (vista la foto tal cual está) y que era de los elásticos.
También había uno justo debajo de estos gigantes para los más cobardes (como yo)

Anónimo dijo...

A mí de chavalín me daban mucho respeto estos tres bichos, ni me planteé nunca subir. Cuando iba al pueblo en verano me tiraba alguna vez del trampolín que había en la piscina donde íbamos, que tendría como tres metros de altura y ya me daba estrés.