
Creo que estuve dos veces en la casa de socorro, la primera a finales de los sesenta cuando un artilugio que había en Begoña, una especie de caballitos que giraban en círculo sobre unas ruedas macizas de hierro pasaron por encima de mi pié. Llevado a la C.deS. recuerdo las instalaciones como ya antiguas y que tuvieron que quitarme una uña del pié.
La segunda vez fué llevando en volandas entre varios amigos a otro - Carlos - que se había caído sobre varios cristales en la cuesta del cholo. Es curioso lo empinada que me parece en el recuerdo la escalera de entrada de la Casa de Socorro, no apta para minusválidos.